En el año 1990, tras atravesar una crisis económica y de salud al realizarse una cirugía delicada, Virginia Jaqueline, tenía claro que de alguna manera debía ayudar a su esposo a sacar la familia adelante. En pijama y sin poder estar parada o sentada por mucho tiempo, asistió a una reunión para conocer cómo acceder al microcrédito. Esto le cambió la vida.
Se empoderó, buscó un pequeño local en alquiler donde apenas cabían dos personas, y con el apoyo de algunos amigos obtuvo el mobiliario. Decidió que allí iniciaría óptica Jael. Sin mucha mercancía y con mochila al hombro repartiendo volantes, dio los primeros pasos de su negocio, en el que su esposo, optómetra, examinaría los clientes.
Tras varios préstamos, reunió 200,000 pesos. Estos fueron el inicial para la compra del local donde actualmente está instalada la óptica. Lo remodeló y adaptó a la visión que tenía. Trabajando codo a codo con su esposo, lograron pagar el local, comprar su casa, un terreno para parqueo de los clientes y lo que más atesoran, costearon la educación de sus 4 hijos hoy doctores en medicina y quienes también forman parte del Staff de la óptica integrando a toda la familia.
Explica que, recientemente se ha incluido la optometría clínica como carrera universitaria, en la República Dominicana, tres de sus hijos obtendrán títulos, como segunda carrera, orientándose a un mayor crecimiento del negocio familiar.
Óptica Jael, un ejemplo de unión familiar y trabajo en equipo, tiene unos 40 años en el mercado, y el crecimiento ha sido constante, adaptándose a las exigencias de los nuevos tiempos. Siempre modernizando sus equipos. Han adquirido maquinaria que les permite entregar los lentes en un par de horas, logrando con esto que el cliente espere sus lentes y en una sola visita tiene todo lo que necesita.
Cuenta que la bendición que ha recibido trata de llevarla a quiénes lo necesitan, por lo que realiza donaciones a instituciones que trabajan con niños, al hogar de anciano y a madres solteras. “Este negocio es un proyecto de Dios para mí”, así define doña Virginia el emprendimiento que le permitió sustentar la economía de su hogar, ofreciéndole una profesión a sus hijos. Hoy en día su éxito y responsabilidad social es un ejemplo a seguir para las mujeres de su localidad.
“En volumen, facturamos entre 7 a 8 millones de pesos por año”.