“Todos mis hermanos se fueron para la capital, mi mamá murió y yo me he quedado trabajando en la tierrita”
Más de media década de sudor y trabajo para un hombre significan mucho sacrificio, días difíciles, pero al final, el resultado dirá si valió la pena.
Esto se aplica a Alfredo Grullart, un pequeño productor de San Francisco de Macorís, de uno de los rubros más importantes de exportación para la República Dominicana: el cacao.
Don Alfredo, de 67 años, expresa con alegría que prefirió dedicarse a la producción del cacao porque eso fue lo que le gustó todo el tiempo. Recuerda que su madre también sembraba cacao y le enseñó el oficio.
Resalta, que tras realizar un curso organizado por la cooperativa en Mata Larga, ha obtenido muchos conocimientos y ha ido mejorando sus cosechas con la aplicación de nuevas tecnologías, buscando los medios para no utilizar químicos, porque pueden contaminar, dañar la cosecha y el medioambiente.
Tiene muchos años en la agricultura y ha querido expandir su proyecto de vida, pero al no poseer una buena cantidad de tierra propia, porque solo cuenta con 6 tareas, no ha podido pertenecer a la cooperativa de la ciudad. Esto sumado a no tener un medio de transporte para comercializar el producto, implicaba mayores costos para la cosecha y sus ganancias eran menos.
Fue así que una necesidad y un inconveniente fueron transformados en una oportunidad. Don Alfredo notó que otros pequeños productores como él, no tenían transporte para distribuir o comercializar el cacao. Decidió entonces comprar dos motores y ofrecer los servicios de transporte o compra del mismo producto, para revender. Su emprendimiento ha beneficiado a otros microproductores de la zona.
El valeroso agricultor, se ha convertido en el intermediario por excelencia entre productores y exportadores. “Nosotros producimos entre cinco y seis quintales de cacao, no es mucho, pero yo le compro a otras personas y por eso puedo vender más cantidad a las empresas que compran el cacao aquí para distribuirlo a nivel nacional o para exportar”, dice don Alfredo con un tono de voz que refleja su amabilidad y determinación.
“Con el trabajo que hacemos tenemos una familia estable, y podemos desenvolvernos”, dice el hombre que procreó cuatro hijos, dos hembras y dos varones, quienes ya sobrepasan los 30 años de edad.
Sueña con comercializar grandes cantidades. “Las aspiraciones siempre están abiertas y todo se puede”.